La comunicación cuando estás enfadado.
Uno de los motivos por los que tenemos dificultades para comunicarnos con los demás es que, a menudo, tratamos de comunicarnos cuando estamos enfadados. Sufrimos y no queremos quedarnos a solas con todo ese dolor. Pensamos que estamos enfadados por algo que nos ha hecho otra persona y queremos que lo sepa. La ira siempre se manifiesta con urgencia. Queremos que los demás sepan enseguida el problema que tenemos con ellos.
No obstante, cuando estamos enfadados, no actuamos racionalmente. Actuar cuando estamos enfadados puede dar lugar a mucho sufrimiento y empeorar la situación. Eso no significa que debamos reprimir nuestro enfado. No deberíamos fingir que todo va bien cuando no es así. Es posible sentir y combatir nuestra ira de manera sana y compasiva. Cuando sentimos enfado, debemos tratarlo con delicadeza, porque forma parte de nosotros. No deberíamos ser violentos con nuestra ira. Si lo hacemos, seremos violentos con nosotros mismos.
La respiración consciente nos ayuda a reconocer nuestro enfado y lidiar con él con delicadeza. La energía de la conciencia plena nos ayuda a aceptar la energía de nuestro enfado. La ira es una fuerza poderos, y puede que debamos contenerla durante un rato. Para cocinar patatas, debemos mantenerlas al fuego como mínimo entre quince o veinte minutos. A la hora de aceptar nuestra ira debemos hacer lo mismo cuando ponemos en práctica la conciencia plena. Te llevará bastante tiempo porque la ira tarda un rato en cocinarse.
Tras poner en practica la conciencia plena y calmar la ira, puedes observarla profundamente e identificar su naturaleza y de donde proviene. ¿Cuál es el origen de esa ira? La ira puede provenir de percepciones erróneas o ser una respuesta habitual a ciertos sucesos que no reflejan nuestros valores más profundos.
En la tradición popular de la psicoterapia, a veces nos alientan a expresar nuestra ira físicamente para “desahogarnos”. Nos aconsejan que permitamos que la ira se manifieste a través de unos gritos en un lugar apartado o golpeando a un sustituto inanimado, como, por ejemplo, una almohada.
No he comprobado que esta práctica sea útil para transformar el origen del enfado. Piensa en una estufa a leña. Si no funciona bien, puedes abrir las ventanas para que salga el humo. Pero si no la arreglamos, el humo volverá a escaparse. Tienes que repararla. Gritar o dar puñetazos a una almohada puede servir solo para ensayar, alimentar nuestro enfado y fortalecerlo, pero no para desahogarnos.
Tienes que conectar con tu ira para curarla. Mientras das golpes a una almohada, no estás en contacto con tu ira de un modo que te permite comprenderla. Ni siquiera estas en contacto con la almohada, porque, si lo estuvieras, sabrías que no es más que una almohada.
Suprimir tu enfado puede ser peligroso. Si lo ignoras, puedes explotar. La ira, como todas las emociones fuertes, quiere expresarse. ¿Así que, como la tratamos? Lo mejor que podemos hacer es volver a nosotros mismos y cuidar de ella. Podemos recordar el primer mantra (“Estoy aquí para lo que necesites”) y estar disponible para lo que necesitemos mientras cuidamos de ella. Debemos regresar a nosotros mismos y conectar el cuerpo con la mente. Regresar a la práctica de la respiración consciente y el caminar consciente. Estar presente significa ser consciente y utilizar la atención plena para reconocer, aceptar y analizar profundamente nuestras emociones fuertes.
Normalmente, cuando la ira se manifiesta, queremos enfrentarnos a la persona que creemos que es la causante. Estamos más interesados en dejar las cosas claras a esa persona que en lidiar con el problema más urgente, que es controlar nuestra propia ira. Somos como la persona cuya casa está en llamas y persigue al pirómano en lugar de regresar para apagar el fuego. Mientras tanto, en incendio continua…
Texto extraído del libro “El arte de comunicar” (THICH NHAT HANH)