Las heridas de nuestra alma.
En nuestra historia de crecimiento e invalidez de nuestros primeros años de vida, nuestro desconocimiento del mundo que nos rodeaba, el sentirnos frágiles, vulnerables y dependientes, hizo muchas veces que la interpretación que hacíamos de la vida y de las circunstancias que estábamos viviendo, fueran muchas veces creadoras de heridas que hoy en día no logramos comprender y que se han ido convirtiendo en sombras inhóspitas de nuestro ser. Hasta quien se recuerde como un niño/a feliz y con una vivencia de infancia maravillosa, puede rastrear momentos infantiles en los que el dolor se hacía presente, no es necesario haber tenido una infancia traumática para reconocer en nosotros aquellas heridas del alma.
Muchos de nosotros aun poseemos en nuestro interior un niño herido, ese niño que siendo tan pequeñito no tenía las herramientas suficientes para gestionar todo aquello que iba experimentando durante su crecimiento. Ese niño herido que habita en nosotros, necesita de nuestra atención, de nuestro reconocimiento ya que aparece desde las profundidades de nuestra conciencia para reclamar nuestro abrazo y amor incondicional.
Si estamos viviendo conscientemente día a día podremos reconocer dónde están ocultas aquellas heridas, podremos comprender y vislumbrar, así como, observar desde dónde nacen y por qué se gestaron. En cada exageración de una emoción, cualquiera que ésta sea, hay oculta una herida, más grande o más pequeña, que nos ha hecho cobijar bajo esta sombra protectora que nos ayuda con sus máscaras a salir a flote.
Ese malestar interno que nos provoca alguna situación en particular, ese disgusto que no sabemos describir ni nombrar pero que nos lleva muchas veces a sentirnos nostálgicos o tristes, aquellos momentos cuando rechazamos actitudes ajenas, cuando observamos aquello que nos provoca desasosiego, rechazo y desagrado, ahí es donde debemos poner el foco y nuestra atención porque de esta manera irán saliendo a la luz y de la mano, las máscaras que nos hemos ido creando como una estrategia de protección a nuestro niño/a herido y aquellas sombras que son las partes reprimidas de nuestra personalidad que habitan en lo profundo de nuestra mente y las cuales nos cuesta reconocer y aceptar.
El trabajo de sanación de nuestro niño/a interior es fundamental en la práctica de la terapia transpersonal, la cual nos lleva a revivir el dolor que se gestó en nuestras distintas etapas de desarrollo para poder ir dejando atrás la culpa y la vergüenza que muchas veces nos atormentan.
Tener un mapa de nuestras heridas y de cómo éstas nos afectan, nos ayuda a comprender mejor nuestras actitudes y reacciones frente a episodios o experiencias con los demás, así también nos ayuda a no sentirnos dañados y a dejar de tomarnos todo lo que sucede como algo personal.
“NO ES LO QUE VIVES LO QUE TE HACE SUFRIR, SINO TU INTERPRETACION DE LO QUE VIVES”. (Escuela de desarrollo transpersonal, EDT. Madrid, España)
La terapia Transpersonal nos ayuda a profundizar en nuestro inconsciente a través de estrategias y herramientas que nos ayudan a alumbrar y a comprendernos mejor, darnos cuenta de que con cada una de nuestras máscaras lo que pretendemos es protegernos, procurando no salir dañados al activarse nuestras viejas heridas.
He aquí que tenemos dos caminos, resignarnos a vivir siempre con esa máscara o animarnos a sanar nuestras heridas para poder llegar, desde la la comprensión, a soltarlas.
¡Aquí estoy para acompañarte y comenzar este hermoso viaje de autodescubrimiento de tus heridas, máscaras y sombras! Contáctame.